El tiempo de encierro generó múltiples efectos en la salud de las personas, desde el ámbito corporal los dolores lumbares, falta de movilidad articular o las alteraciones del peso corporal fueron algunas de las principales. Volver plenamente a la presencialidad escolar o laboral implica asumir también ciertos desgastes que, durante dos años de encierro, se mantuvieron por decirlo de alguna manera, inalterables. Por tanto, se hace importante ir adaptando nuevamente el cuerpo a la rutina diaria similar a la que se tenía hasta el año 2019, previo a la pandemia.
El cuerpo requiere reconocer cuáles serán sus exigencias, y para esto se necesita una buena alimentación y una adecuada condición física. Esta última se deberá trabajar paulatinamente y de manera preferente, complementar con horarios adicionales a los laborales rutinarias para que, de manera armónica, el organismo funcione en beneficio de las exigencias del día.
¿Qué hacer entonces? Primero entender que será necesario comprender la actividad física como un habito de vida saludable, quiere decir que se requiere fijar días y horarios de “entrenamiento” tal como se hace cuando uno adquiere el hábito de, por ejemplo, cepillarse los dientes. Una vez que se adopta la necesidad, no hay excusa para no hacerlo y se comprende como esencial en la rutina diaria. Lo mismo ocurre con el ejercicio.
Segundo, entender que la intensidad o exigencia del ejercicio debe ser creciente y paulatina. No se puede pensar que de la noche a la mañana tendré la misma condición que tenía anteriormente y el cuerpo sufrirá efectos si esta condición no se respeta. Partir por modificar actividades como reemplazar transporte por caminata y posteriormente el uso de la bicicleta, subir escaleras evitando o disminuyendo el uso del ascensor irán afectando positivamente al cuerpo.
Por ultimo y no por eso menos importante, complementar estas acciones con una adecuada alimentación, con el aporte energético justo para satisfacer las demandas del día e hidratar permanentemente al organismo, preferentemente con agua.
Recordar que los beneficios de la vida saludable no solo impactan en nosotros sino también en quienes nos rodean, principalmente en los niños y niñas que ven en los adultos ejemplos dignos de imitar.
Mg. Marcelo Muñoz Lara
Director Escuela de Educación Física, Deporte y Recreación para Enseñanza Básica y Media
Facultad de Educación
Universidad Bernardo O’Higgins