El agua es vital para la vida. Se trata de un recurso muy valioso que nos permite vivir coexistiendo con múltiples ecosistemas que se encuentran interconectados a los ciclos terrestres. Esta coexistencia e interdependencia entre distintos ecosistemas genera la vida como la podemos observar con nuestros propios ojos. Es por esta relación natural intrínseca que tenemos con el medio ambiente y sus ecosistemas, que no podemos hablar del bienestar del ser humano sin garantizar el bienestar ecosistémico considerando un clima cambiante.
En la última década en la zona central de nuestro país se han observado distintas manifestaciones que evidencian signos de cambio climático. La mayoría de las personas que viven en Santiago habrán notado los efectos de esta prolongada sequía, como la reducción en las precipitaciones y el aumento en la diferencia entre las temperaturas diarias mínimas y máximas, llamada amplitud térmica, que se experimentan en la ciudad en las diferentes estaciones del año. Estas reducciones en las precipitaciones y aumento de las temperaturas traen consigo una serie de consecuencias, como una mayor demanda de agua desde la cobertura vegetal y los diferentes productos agrícolas y ganaderos, un mayor derretimiento de nieve y una aceleración del retroceso de los glaciares.
La gravedad de esta llamada “mega-sequía” puede explicarse a través de distintas señales que lentamente han aparecido en nuestro medio y que a veces poca atención les hemos dado. La primera gran señal fue la progresiva desaparición de la laguna Aculeo. Desde comienzos de este siglo los medios de comunicación informaban alarmados acerca de la reducción paulatina del espejo de agua de la laguna Aculeo, primero mostrando una reducción de sus niveles y luego destacando que los distintos muelles quedaban colgados junto a los botes en la tierra, para finalmente mostrar la completa sequedad de la Laguna. Aparentemente, la lenta normalización de esta situación hizo que no se hiciese una relación de este fenómeno con el problema del cambio climático. Esta señal debió habernos hecho pensar tempranamente sobre la gravedad del fenómeno global del cambio climático que nos estaba alcanzando y del cual tanto nos han hablado desde el mundo de la ciencia. No obstante, poca atención le prestamos en su momento y solo parece que reaccionamos sobre hechos consumados. Un fenómeno similar se ha observado en laguna Peñuelas y así en muchos cuerpos lacustres de la Zona Central.
Por otro lado, para nadie ya resulta extraño observar lo reducción de los caudales del río Maipo y Mapocho. Este hecho es tremendamente decidor para evaluar la salud hídrica de la cuenca, ya que no solo es una expresión de las aguas superficiales, sino también de los descensos de los niveles freáticos de las napas. Efectivamente al reducirse los caudales de agua provenientes de la Alta Cordillera también se reduce la cantidad de agua que recarga las napas subterráneas y, por lo tanto, nuestras últimas reservas de agua en caso de una sequian. Las aguas subterráneas proporcionan un suministro crítico de agua dulce, especialmente en las regiones áridas y semiáridas, donde la disponibilidad de agua superficial es limitada y, por lo tanto, los impactos del cambio climático en el almacenamiento de las aguas subterráneas podrían afectar a la sostenibilidad de los recursos de agua dulce, a medida que ésta se va convirtiendo en el abastecimiento predominante para la población y las diversas actividades industriales. Adicionalmente, los efectos antropogénicos sobre los recursos hídricos subterráneos se deben principalmente al bombeo de aguas subterráneas y a los efectos indirectos del riego y de los cambios en el uso del suelo. Se espera que aumente el uso del agua desde los pozos ante la reducción de las aguas superficiales producto de cambios en el clima y la persistente sequía. Frente a esto, se hace necesario concentrar esfuerzos en entender el agua subterránea, ya que muchos pozos se pueden secar en el futuro si existe una explotación no planificada, los caudales de los ríos podrían seguir disminuyendo debido a la interconexión con las aguas subterráneas, y la superficie de los humedales, ricos en diversos ecosistemas, podrían disminuir. El bombeo excesivo, la sequía y la influencia constante del cambio climático están agotando los recursos de agua subterránea en todo el mundo, en los que la zona Centro – Sur de Chile no es la excepción. Lo anterior pone de manifiesto la importancia de considerar el desarrollo de nuevas tecnologías para el abastecimiento de agua, como plantas desaladoras.
En resumen, la observación de distintos fenómenos que vienen ocurriendo en la última década como la desaparición o reducción significativa de los cuerpos de agua superficiales, reducción de las precipitaciones, reducción de los caudales de los principales ríos y la reducción significativa de la vegetación nos hablan de la instalación de un clima árido en la zona centro norte de Chile. Así, parece que el “cambio climático” significa para Chile la aridez de una parte importante de su territorio. Esta noticia es una muy mala para todos nosotros, pero debemos ser capaces de adaptarnos al cambio y ello implica hacer una gestión de los recursos hídricos mucho más precisa, rigurosa y con un conocimiento acabado del medio natural. Por ejemplo, no es posible ni sostenible mantener derechos de agua que excedan los recursos de agua disponibles en las cuencas hídricas, ya que al final, los caudales de agua otorgados simplemente no existirán.
Christian Herrera
Jefe del Centro de Investigación y Desarrollo de Ecosistemas Hídricos