La concepción de un viaje, una salida o una tarde en casa con la familia ha cambiado completamente en torno a las necesidades recreativas, ya que salir sin la tablet, el celular o un computador portátil se ha vuelto un acto muy difícil de concretar. La sociedad depende cada vez más del contenido proporcionado por las redes sociales y la web en general, anulando progresivamente nuestra forma de interactuar y el contacto personal.
Los grupos etarios más jóvenes, más conocidos como “Generación Z”, son los principales representantes de este cambio de paradigma en cuanto a las necesidades básicas del ser humano, las cuales hasta hace algunos años se ordenaban de manera piramidal, abarcando aspectos fisiológicos, de seguridad, afiliación, reconocimiento y autorrealización. Actualmente, estos objetivos se distribuyen de manera distinta, sumándose la importancia de estar conectados en todo momento, dependiendo de aparatos electrónicos para sentirnos en contacto con el resto del mundo e incluso realizados a través de “likes”.
Entonces, ¿de quién es la responsabilidad de cómo usamos y vemos la tecnología? Se tiende a creer que los niños son asiduos usuarios y que tienen facilidad para su manejo, pero ¿es así realmente?
El ser humano es un animal de costumbres, y en la niñez tendemos a ser como esponjas que absorben todo lo que ocurre en el entorno más cercano. En el caso de la tecnología es igual. Los adultos a cargo de los infantes son los que administran y supervisan su uso, sin embargo, vemos que el número de niños que cargan con un teléfono celular o una tablet es cada vez mayor y a más temprana edad.
Esto se debe, según explicó Luis Delgado, académico del Departamento de Ciencias Pedagógicas de la Universidad Bernardo O’Higgins, a que “los niños en general están manejando la tecnología de manera muy precoz porque las interfaces que están desarrolladas en estos equipos son bastante amigables, sin necesidad de instrucciones previas. Eso hace que los padres cometan el error de creer que los niños ya están en condiciones de ser usuarios autónomos de la tecnología sin ningún problema”.
Este tipo de dependencia es transversal, ya que no solo los niños dependen de la tecnología como valor recreacional, sino a su vez los padres acuden a ella como recurso en momentos en que deseen que sus hijos se enfoquen en algún tema en particular, permitiéndole a ellos poder llevar a cabo sus labores. Ante esto, podríamos decir que ambas necesidades, tanto de las nuevas generaciones como las más antiguas tienen un factor común: la inmediatez de soluciones.
Identidad digital y postverdad
La tecnología es una herramienta muy útil a la hora de agilizar los tiempos de emisión y recepción de un mensaje, búsqueda de datos e información, formas de ejecutar acciones y proyectos, entre otros beneficios que se pueden considerar dentro del día a día, y sin duda es un instrumento que nos hace la vida más fácil.
Pero, ¿qué pasa con el aprendizaje, el lenguaje y la idiosincrasia de quienes se encuentran en etapa de formación?
Responder esta pregunta no es tan complejo. Basta con un tiempo navegando por internet para entender el contenido y lo expuestos que pueden estar niños y jóvenes a todo tipo de información.
Youtube es una de las herramientas más utilizadas en el mundo y su contenido es de libre acceso. Los ‘youtubers’ son aquellos usuarios que suben contenido de diversa índole a través de sus canales, compartiendo rutinas, chistes, tutoriales, entre otras.
El académico de la UBO señaló que este tipo de exposición a nivel cultural o de idiosincrasia genera, por una parte, una conciencia global. Sin embargo, “hay un problema más complejo que tiene que ver con el escenario de la ‘postverdad’, especialmente con lo que está pasando con los estudiantes, tanto en el sistema escolar como universitario. O sea, hay acceso a la información simplemente con hacer un click, pero el hecho que la información sea cierta o no, es algo que no sabes. Actualmente, los estudiantes tienen cada vez menos habilidad para buscar información de calidad y para discernir entre lo bueno y lo malo”.
Un ejemplo de ello son los retos generados a través de las redes, más conocidos como “challenge”, los cuales consisten en diferentes desafíos que deben ser grabados y subidos a internet como evidencia de aquello. Estas pruebas generan conductas muchas veces irracionales en las personas, cayendo incluso en accidentes que ponen en riesgo su integridad física y mental.
Sin embargo, hay otros aspectos destacables como “el aumento en el nivel de léxico de los estudiantes. Los niños ya no hablan simplemente de baño, sino que hablan de inodoro, retretes, etc., por lo cual empiezan a usar sinónimos. A nivel de lenguaje está comprobado que los niños tienen un lenguaje pasivo más potente que el activo, por ende, su nivel de léxico aumenta y, frente a alguna situación que no manejen una palabra, manejan más sinónimos”, indicó el docente.
Entonces, ¿Es bueno o malo el internet? ¿Pueden los niños y jóvenes consumir internet?, ¿Qué debo y no debo hacer?
Las respuestas a estas interrogantes dependen de cada persona y su visión. Sin embargo, la invitación es a no olvidar el origen, lo tangible y los valores que nos forman como individuos pensantes, opinantes y con capacidad de discernir. Es bueno utilizar las herramientas que nos va entregando el avance de la tecnología, pero de manera informada y a conciencia.