Muchos han sido los presidentes que han tenido segundos mandatos en la historia de Chile, y en general, la experiencia deja de manifiesto que las segundas partes no siempre han sido buenas. Así lo analiza el investigador del Centro de Estudios Históricos de la UBO, Eduardo Téllez.
En el siglo XIX existía el sistema de reelección inmediata de presidente, esto sucedió a lo largo de todo el período de La República llamada Conservadora y Pelucona. En este contexto, se habla de José Joaquín Prieto (1831-1836, 1836-1841), Manuel Bulnes (1841-1846, 1847-1951), Manuel Montt (1851-1856, 1856-1861) y José Joaquín Pérez (1861-1866, 1866-1871); recién se elimina la reelección bajo el gobierno de Federico Errázuriz Zañartu, y a partir de ahí, comienza el famoso período denominado “de los quinquenios” que se prolonga largamente. Esto hasta que la Constitución de 1925 establece la posibilidad de la reelección no inmediata del presidente, o sea, si pasó un período podían repostularse y eventualmente salir electos. De esta manera, el siglo XIX deja una larga lista de presidentes que gobiernan dos períodos consecutivos y, en el siglo XX, solo dos casos conocidos que serían los de Arturo Alessandri (1920-1924, 1932-1938) y Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931, 1952-1958), elecciones que cumplieron con lo establecido por la constitución sobre la base de un período o más fuera del poder. Hasta el siglo XXI, en que surgen las reelecciones de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera.
En este escenario, Eduardo Téllez, investigador de la UBO, señala que el que los segundos períodos sean mejores o peores, es muy relativo. Por ejemplo, se considera que los períodos de Prieto y Bulnes fueron muy buenos en términos de creatividad, de pujanza de la nación e incluso de reblandecimiento de la mano dura del régimen Pelucón. Con Montt, explica Tellez, es más discutible, fue un gobierno muy creador, pero con enormes conflictos en lo interno, lo que incluyó una guerra civil en 1859. Y luego Pérez hace un gobierno muy anodino, que no diferencia sustancialmente su primera etapa de la segunda.
A juicio del investigador, es en el siglo XX donde queda claro que los segundos mandatos no han sido felices para los presidentes. Se considera que la segunda presidencia de Alessandri, por ejemplo, tuvo graves incidentes, con un país en estado virtual de rebelión en algunos casos y con un régimen muy autoritario y recuperándose a duras penas de la crisis económica de los 30. “Fue un gobierno que se logró afianzar, pero sobre la base de la mano dura y el autoritarismo muy acentuado. El segundo período de Ibáñez fue considerado desastroso, con un populismo inicial que deriva luego en una tentativa de instauración por primera vez en la historia chilena, de un programa neoliberal, para lo que se contrató a la firma Klein-Saks (1955). Una presidencia nefasta en lo administrativo y en el progreso del país”, señala Téllez.
Ahora, en el siglo XXI, explica que la reelección de Bachelet ha generado todo tipo de evaluaciones y una crítica fuerte. Se considera un mandato muy inferior, en calidad, contenido y pujanza para el país en comparación con el primero. Incluyendo lo que Joaquín Brunner denomina la reutilización del carisma de Bachelet y su decrecimiento en la popularidad, enfatiza. En términos generales, el académico recalca que los 4 años de gobierno que existen actualmente son insuficientes para mostrar una madurez real de la gestión. Por ejemplo, en el caso de Bachelet, lo que hoy se le cuestiona es el nivel de profundización que se hizo de la programación de las reformas antes de lanzarlas, el tiempo, la reflexión poco profunda y la falta de estudios técnicos acabados, esto debido a la percepción de que los 4 años no juegan en favor de estos gobiernos.
En el caso del presidente Piñera, no se sabe si cumplirá las expectativas, se ha afirmado que tiene un soporte técnico y académico fuerte en su gabinete y en su planificación, sin embargo, es necesario esperar saber si estos 4 años le permitirán una maduración, ya que la espera por la reelección genera que, finalmente, cada gobierno sea totalmente independiente del otro.
Para el investigador, la idea es no instaurar una política de continuidad con lo que se hizo en el primer mandato. “Por ejemplo, si Bachelet hubiese operado con esa lógica, habría profundizado aspectos y realidades que había iniciado como implantación en su primer mandato. Ahora, si Piñera quiere un gobierno de continuidad con algún grado de profundización, agrega, 4 años podrían ser suficientes, pero si quiere hacer un segundo gobierno que llegue mucho más lejos de lo que hizo con el primero, que quede en el legado histórico si este fuese el caso, cuando quieres renovar profundamente este país, da la idea de que no alcanza”.
Téllez agrega que en el segundo mandato de Piñera, podría ocurrir algo distinto, pero recalca que es difícil hacer una segunda parte mejor que la primera. “Entonces, no veo por qué Piñera pudiera hacerlo tanto mejor que su primer mandato, de todas formas tenemos que brindarle el beneficio de la duda”, señaló.
Recuadro:
En el siglo XIX los gobiernos eran larguísimos, ocupaban un tercio de la vida de las personas, que en esos tiempos morían relativamente jóvenes. Una presidencia de 12 años con elección inmediata era mucho tiempo, luego existieron los mandatos de 6 años que son largos también, pero que algunos consideraban insuficientes para los programas de reformas revolucionarias o sencillamente de programas revolucionarios como los que se practicaron en la década de los 60. Entonces, quedaba la imagen que ni quiera 6 años eran suficientes como para levantar un proceso semejante. De manera, que es relativo. Hoy se habla de que 4 años es poco para lograr afianzar un proceso de reformas y lo que ha pasado con Bachelet parece dar la razón a lo que dicen los expertos.