El sistema educacional chileno es increíblemente diverso. Desde hace unos años, se han realizado esfuerzos por generar una educación que sea amigable con las distintas realidades de los alumnos y que entienda la multiplicidad que se da en el aula. Pero el término «inclusión» se ha ampliado paulatinamente, haciendo difícil planificar la enseñanza para la diversidad, y en momentos, dejando en la oscuridad a ciertos grupos que debiesen ser prioritarios en el avance de la educación nacional.
Ese es el caso de los alumnos con necesidades educativas especiales o NEE, un grupo de niños y niñas de nuestro país que requieren un poco más de la sociedad. Según el Programa de Integración Escolar (PIE) del Ministerio de Educación, un alumno que presenta NEE es aquel que precisa ayuda y recursos adicionales, ya sean humanos, materiales o pedagógicos, para conducir su proceso de aprendizaje, y contribuir al logro de los fines de la Educación (Decreto N° 170/09).
Según el mismo decreto, estos requerimientos especiales se pueden dividir en dos tipos:
Fuente: Programa Integración Escolar
A la par con el desarrollo de las definiciones y especificaciones de estas necesidades, la cantidad de niños que requieren educación especial han crecido exponencialmente. Un indicador de este aumento, ha sido la cantidad de estudiantes con estos requerimientos que son cubiertos por la educación regular: en 1997 se integraban 3 mil 365 alumnos al sistema, mientras que en 2005, esta cifra ascendió a 29 mil 473 niños.
Según el académico de la Carrera de Educación Diferencial, Iván Cifuentes, este aumento se explica en parte por el refinamiento del diagnóstico de las NEE, asegurando que “es muy probable que niños que antes no tenían un diagnóstico y estudiaban en colegios comunes, ahora lo tienen, dándonos la posibilidad de satisfacer sus necesidades y mejorar su aprendizaje”.
Teniendo en cuenta este contexto, surgen importantes preguntas en el horizonte: ¿El sistema educativo chileno se hace cargo de la educación de estos niños? ¿Estamos haciendo lo suficiente para asegurar su aprendizaje?
¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?
Desde la primera década del siglo, el gobierno chileno ha hecho esfuerzos patentes por mejorar la diversidad en el sistema educacional. Específicamente con el PIE, que cimienta las bases para lo que se conoce como Educación Especial. Asimismo, se destaca la promulgación del Decreto 83, que amplía el concepto de diversidad en el aula.
Para el profesor Cifuentes, una manera de medir el impacto real de estas políticas es a través de cuatro momentos claves en el desarrollo de un alumno con Necesidades Especiales: el ingreso al sistema, la permanencia en este, el progreso en el aprendizaje y la salida o egreso del sistema.
En ese sentido, señala que “en Chile nos hemos asegurado que los niños con NEE entren y se mantengan en nuestro sistema educativo. El desafío que sigue, es lograr que los alumnos progresen en su aprendizaje y que puedan egresar del sistema”.
Pero ¿cómo hacemos para que ese estudiante progrese? Según el académico la respuesta se encuentra en la formación de los nuevos educadores y en la diversificación curricular, “debe haber un proceso profundo de transformación de la actividad pedagógica a través de la flexibilización y diversificación del curriculum. El énfasis recae entonces en la formación de los educadores, creando profesionales autónomos, flexibles, que trabajen colaborativamente”.
Cifuentes va un paso más allá, asegurando que un eje fundamental en el futuro de la Educación Especial es la investigación y que sin ella, el sistema no avanzará.
“Debemos generar investigación con respecto al tema, donde podamos demostrar que la educación inclusiva realmente funciona y representa un cambio para los niños con necesidades especiales. Debido a que es un tema relativamente incipiente y avanza constantemente, no existe investigación, y eso es lo que se debe hacer para mejorar el sistema”, finalizó el educador.