Según datos de la última Encuesta Nacional de Salud, la automedicación representa un 15% del consumo de medicamentos del sistema de salud público. Más del 50% de ellos, consumen fármacos solo por precaución.
El equinoccio de primavera marcó el inicio de una nueva estación, aproximadamente tres meses de aromas florales, intensos colores, jornadas más brillantes y corazones saltando de amores e ilusiones. Querida o detestada, la inevitable etapa del año, con días más largos y temperaturas agradables, trae consigo sintomatologías desagradables.
En el mes de septiembre, aumenta la demanda de consultas médicas por parte de la población susceptible a reacciones de hiperreactividad asociadas al fenómeno climático que produce la diseminación de material particulado orgánico (polen). Pero, lo más preocupante, es que hay un importante incremento de visitas a farmacias sin receta médica en mano.
“Muchos pacientes que tienen alguna sintomatología de rinitis alérgica, acuden a un amigo, farmacias o ferias libres para conseguir un antiestaminico, una rápida solución que, finalmente, es una acción riesgosa de automedicación”, comentó el académico de la Escuela de Kinesiología de la Universidad Bernardo O’Higgins, Mauricio Araya.
Automedicación
Junto al crecimiento del mercado farmacéutico, es cada vez más usual solicitar una recomendación médica al personal de las farmacias, con la intensión de encontrar la solución más rápida ante la congestión nasal, ocular u obstrucción que se presenta en la primavera y limita el rendimiento laboral o estudiantil.
Es por ello que el docente asegura que “viviendo en Santiago – ciudad que alberga el 40% de la población del país, según cifras aportadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) tras el último censo de 2017 – donde la vida es tan acelerada, el tiempo de la gente es súper importante y acudir a una consulta médica es considerada como una pérdida de tiempo. Por lo tanto, prefieren optar por la solución que está al alcance de la mano sin medir los efectos colaterales que esto puede significar”.
Es este último factor uno de los más alarmantes en una población que, a pesar de las campañas estratégicas estatales, no tiene absoluta conciencia de los riesgos de la automedicación, probando fármacos que no tendrán los efectos esperados, sino que todo lo contrario.
El académico de la U. Bernardo O’Higgins recalca que “todos los individuos somos genéticamente distintos, por lo que no tenemos las mismas reacciones frente a la exposición de alérgenos. Tampoco vamos a obtener los mismos efectos entre un caso y otro, obteniendo como resultado que el organismo genere resistencia a determinados compuestos, por lo que hay que tener mucho cuidado”.
Recomendación
Ante la inexistencia de medicamentos inocuos, los efectos colaterales son inevitables. Por la misma razón, Araya es enfático en señalar que son los doctores quienes se encuentran en condiciones de proporcionar un tratamiento que se ajuste a las necesidades de quien consulta.
“Sugiero que el paciente crónico, que controla su enfermedad y tiene clara la indicación médica, puede recurrir a su terapia habitual. Sin embargo, quienes no padecen un cuadro perenne tienen que evitar acudir al Servicio de Urgencia, siendo la visita al especialista de un centro de atención de salud lo más óptimo para ellos”, comentó el académico.
Por otra parte, agregó que “hay que educar a la población, principalmente al crónico, porque puede llegar a ser un paciente muy agudo que pondrá en riesgo su vida. El resto, puede tener limitaciones o incomodidades pasajeras, pero idealmente deben ser atendidos por médicos para que sea resuelta eficiente y oportunamente su situación de salud”.
Por lo pronto, es necesario tomar conciencia sobre los efectos desencadenados por la automedicación, ya que una simple congestión nasal causada por la alergia estacional se podría convertir en una enfermedad para convivir por el resto de la vida.