Nuevamente la oferta y demanda son parte de la discusión nacional. En esta ocasión, los dardos apuntan al ámbito de la salud con las indicaciones a la llamada ‘Ley de Fármacos II’ impulsadas por el presidente Sebastián Piñera, que busca aumentar la competencia de los precios por fármacos para que las personas tengan mayor acceso a medicamentos sin necesariamente tener una receta médica.
Pero esta iniciativa no está exenta de polémicas, siendo el Colegio de Químico-Farmacéuticos y Bioquímicos de Chile el primero en abrir el debate, explicando los riesgos que implica la disposición de medicamentos como un producto de consumo corriente en supermercados.
Según el gremio, el hecho que existan remedios que no requieren de receta médica para su venta, no implica que los efectos adversos derivados de su uso y de eventuales errores de la automedicación sean nulos. Los medicamentos de venta directa son de uso ocasional y no frecuente como muchos creen.
La directora de la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad Bernardo O’Higgins, Andrea del Campo, explicó que “los farmacéuticos estamos un poco en contra de estas iniciativas, ya que esta situación solo va a generar más automedicación y las personas van a ingerir cualquier cosa, sin ninguna regulación. Hay un número muy amplio de situaciones asociadas como reacciones alérgicas o intoxicaciones que van a estar más descontroladas”.
Otra de las preocupaciones que se manifiestan es sobre el proceso de bioequivalencia, que certifica y garantiza que los medicamentos genéricos y similares tengan la misma calidad en eficiencia en el comportamiento clínico, contando con la seguridad de ser un medicamento adecuado al tratamiento que tenga una persona.
Dentro de las modificaciones presentadas por el Presidente de la República, se encuentra la forma en que se va a prescribir el fármaco, la que debiese ser solo por medio de la Denominación Común Internacional (DCI), es decir, solo por el nombre del principio activo, pero no por la composición total del medicamento, manifestó la directora.
En este sentido, la experta analiza que “esto puede jugar en contra en lo avanzado en los estudios de bioequivalencia, dado que se producirá una intercambiabilidad de medicamentos muy amplia”.
Por otra parte agrega, “hay parte de la industria que piensa que esta situación es un retroceso, debido a que, cuando el médico da el nombre del principio activo del medicamento, autoriza a la farmacia a dispensar cualquier fármaco, sin importar si este pasó o no por el proceso de bioequivalencia”.
En el caso de venderse en los supermercados “no existirá alguien que pregunte sobre el historial clínico de las personas. Por ejemplo, en el caso de ser un enfermo crónico que no sea asesorado por un químico farmacéutico, en el momento de existir la interacción con un medicamento, puede que se genere una contraindicación”, concluyó Andrea del Campo.
Sin lugar a dudas, esta es una temática que seguirá siendo parte del debate a nivel nacional, teniendo en consideración que en cada esquina tenemos una farmacia y un supermercado. Lo importante es que las personas se informen antes de ingerir cualquier tipo de medicamentos, porque las consecuencias de la automedicación es un precio alto de pagar.