Nuevamente las manecillas del reloj deberán ser retrasadas una hora este sábado, para dar inicio al horario de invierno, situación que rige al territorio nacional, exceptuando la Región de Magallanes y la Antártica Chilena; por lo que el despertar ya no será a oscuras como en los últimos días y el regreso a casa estará acompañado por las luces de la ciudad.
A través de diversas plataformas virtuales se han manifestado variadas opiniones sobre esta modificación horaria, debido a que muchos la consideran innecesaria teniendo en cuenta la ubicación de Chile respecto al Meridiano de Greenwich. Sin embargo, el Gobierno del Presidente Sebastián Piñera, aclaró que el objetivo de este cambio es establecer la duración del horario de invierno y verano, teniendo en cuenta las preferencias de la ciudadanía.
Ajustar la hora no será un problema si consigue recordarlo, pero acostumbrarse al nuevo horario puede ser complejo. Por ello, el académico de la Escuela de Psicología de la Universidad Bernardo O’Higgins, Claudio Acosta, nos cuenta las ventajas, desventajas y la mejor forma para adaptar el reloj biológico al horario de invierno.
¿Cómo afecta el cambio de hora al organismo?
Estas modificaciones horarias impactan directamente al ciclo circadiano, más conocido como reloj biológico, el cual regula funciones naturales del cuerpo como las horas de sueño, presentándose la necesidad de adaptarse a generar un nuevo hábito que, por lo general, afecta a las personas más estructuradas que poseen un horario establecido para dormir y despertar.
En definitiva, hay una cierta descompensación en el ciclo natural de las personas, que posiblemente los lleve a experimentar dificultades como la irritabilidad, baja concentración o fallas en la memoria. No obstante, al tratarse de solamente una hora, el impacto no es tan notorio como cuando se viaja a Europa o Asia.
Viendo el lado positivo, ¿existe algún beneficio?
En primera instancia, la decisión gubernamental guarda relación con el ahorro energético, lo cual beneficia el cuidado de nuestros recursos y genera conciencia social. Más allá de ese aspecto, el cambio de hora nos permite ejercitar la capacidad de adaptación, ya que mientras más la desarrollamos la podremos aplicar en diferentes contextos.
El hecho de que oscurezca más temprano, ¿tiene alguna consecuencia en el comportamiento de la gente?
En esa contingencia, podríamos considerar el efecto de un patrón invernal, que podría estar asociado a la necesidad de estar en casa y generar cercanía con la familia, la pareja o un espacio para estar con uno mismo. Además, con las bajas temperaturas buscamos calor en los alimentos o en la reunión familiar, potenciando los vínculos afectivos. Incluso, al tener menos luz, nos van a dar ganas de ir a la cama más temprano, pero, insisto, al ser solo una hora, no debiese ser tan alto el impacto.
¿Qué mecanismos podrían tomarse para adaptarse a la situación?
Se sugiere mantener la higiene del sueño, o sea, no desestructurar los hábitos. Por eso, se debería dormir las 8 horas normales, porque eso hace que el cuerpo se recupere, los procesos cíclicos se regeneren y se mantengan. Además, no hay que hacer muchas actividades antes de dormir ni tampoco ingerir comidas muy calóricas, pues la mente se activa y nos cuesta conciliar el sueño.
Entonces, ¿es un mito que se duerme una hora más?
Al retrasar una hora en el reloj, los jóvenes asocian que tienen una hora más de carrete, pero eso conlleva a tener una hora menos de sueño, por lo que hay consecuencias de tener una cierta descompensación, desconcentración o síntomas que van a sentirse el día lunes. La invitación está en que, para adaptarse a este período, tengan un buen descanso el viernes y el sábado sigan con la misma rutina, sin generar la sensación de alargar el día para mantener una buena estructura.