Durante el pasado mes de junio y al igual que años anteriores, en nuestro país se conmemoró el “mes de la prevención del consumo de drogas”, coincidiendo además con el levantamiento de antecedentes mediante la encuesta “Juventud y Bienestar 2022” a cargo del Servicio Nacional para la Prevención del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA). La iniciativa invitó a participar a más de 60 mil estudiantes de educación media con el fin de reconocer aspectos de su calidad de vida, bienestar, factores de riesgo y protección frente a conductas de consumo. (SENDA,2022)
La anterior noticia invita a relevar el rol del sistema educativo como red de prevención del consumo de sustancias en etapas tempranas y participar de distintas iniciativas, entendiendo que los establecimientos educacionales deben ser agentes de protección frente a elementos del entorno que van a influir tarde o temprano, en la trayectoria educativa de sus estudiantes. Dicho rol, desde la formación inicial docente debiese ser promovido a las y los futuros profesionales de la educación, desarrollando herramientas teóricas y estrategias de intervención que les permitan hacer frente a posibles situaciones de riesgo presentes en sus aulas.
En este contexto surge la interrogante de conocer cómo el consumo de drogas y alcohol en población escolar afecta la consolidación de sus aprendizajes, siendo las neurociencias un aliado para comprender la afección a nivel cognitivo y emocional durante la maduración del sistema nervioso central.
Durante el desarrollo cerebral en etapa infanto-juvenil existe una mayor cantidad de neuronas excitatorias que inhibitorias, lo cual juega a favor en la rapidez para adquirir nuevos aprendizajes, pero a su vez genera mayor vulnerabilidad frente a un patrón compulsivo del consumo y sensaciones de placer que van disminuyendo, dando paso a la tolerancia que incita a aumentar dosis para alcanzar un mínimo umbral, generando finalmente una pérdida de receptores sinápticos.
Si a esta explicación, sumamos las estadísticas nacionales respecto de la disminución en la edad de inicio en conductas exploratorias del consumo de drogas y/o alcohol (14 años) y aumento en la prevalencia en el consumo directamente en población escolar, las principales medidas de prevención deberían apuntar a educar y retrasar la edad de inicio bajo la lógica de gestión de riesgos y reducción de daños.
De esta manera, invito a profundizar en aquellos mecanismos neuropsicológicos relacionados con la consolidación de procesos atencionales, de memoria y razonamiento, por un lado, junto con el buen manejo de emociones y actitudes favorables para aprender, ubicándolos siempre en la discusión y reflexión pedagógica desde nuestra labor educativa.
Carolina Contreras Navarro.
Académica Escuela Educación Diferencial, Facultad de Educación.